Ir a Lisboa y no visitar el barrio de Belém es casi como no haber estado en la capital portuguesa. Bueno, quizá exagero un poco, pero sin duda alguna, un paseo a este lugar que reúne tantos atractivos es algo que uno debe incluir en su lista de cosas a hacer en esta ciudad.
Su imagen más representativa quizá sea la de su famosa Torre, declarada Patrimonio de la Humanidad y utilizada como fortaleza en el siglo XVI por su privilegiada ubicación.
No obstante, el puente 25 de abril, el Monumento a los Descubrimientos, el Monasterio de los Jerónimos (siglo XVI) y los tradicionales pasteles (Pastéis de Belém), además de numerosos museos, como el Arqueológico o el de Carruajes, son también atractivos que hacen que valga la pena alejarse del centro histórico de Lisboa para dedicarle casi medio día.
La forma más común de llegar a Belém es con el tranvía 15. Una buena idea es subirse en la Plaza de Figueira (inicio y final de la ruta) y así asegurarse un sitio, ya que esta línea es una de las más utilizadas, tanto por foráneos como por los propios locales.
Hay que tomar en cuenta que una vez en el barrio de Belem, el tranvía tiene varias paradas. La primera de ellas te deja muy cerca del Museo de la Electricidad, que ocupa la antigua central termo-eléctrica que iluminó Lisboa a principios del siglo pasado.
La segunda es la ideal para visitar el Monasterio, pero yo recomiendo esperar a la cuarta parada para comenzar el recorrido en la Torre de Belém (si tu tiempo es limitado y quieres centrarte en las principales atracciones.)
A partir de allí puedes dar un paseo por la orilla del río Tajo hasta el Monumento a los Descubrimientos. Para llegar al Monasterio, que está justo enfrente a éste, hay que cruzar por un pasaje subterráneo dado que la avenida es ancha y con mucho tráfico. (Para llegar a la Torre de Belém, la opción es un paso elevado)
Después de esta caminata, seguro que tendrás ganas de un merecido descanso y qué mejor opción que ir a la Antigua Confeitaria de Belém, para probar los dulces de nata que tanta fama le han reportado a este lugar desde 1837.
Sólo que puedes encontrarte con una fila muy larga para comprar los pasteles (para llevar o comer de pie) o con todas las mesas llenas, si coincides con la llegada de los autobuses turísticos. Tienes dos opciones, armarte de paciencia o caminar unos pocos pasos hasta el local de una conocida cadena internacional de café.
Mucha gente compra los pasteles y luego va allí para degustarlos en la parte alta (previa compra de alguna bebida, en la mayoría de los casos) Pero aquí también pueden comprarse los dulces de nata y por media docena, te regalan el café. Además tienes wifi gratuito. No tiene el mismo encanto, pero es una opción a tomar en cuenta.
Para regresar al centro, en la parada del tranvía te puedes encontrar con una larga cola y si llega uno de los antiguos vehículos, mucho más pequeño, quizá te toque esperar al siguiente. Si quieres ahorrarte esta pequeña incomodidad, camina hasta la parada del Centro Cultural de Belém (como si fueras a la Torre) y verás que allí no hay casi nadie.
Un último detalle, los domingos las entradas a los monumentos y al Monasterio son gratuitas, pero los lunes todos están cerrados, así que hay que conformarse con admirar los exteriores.
En las oficinas de información turística puedes conseguir una muy útil guía de ocio, que se publica en español e inglés, con el programa de eventos del mes: exposiciones, festivales, competiciones deportivas, restaurantes de moda y muchos más datos que pueden ayudarte a aprovechar al máximo tu estancia.
Desayunar como un lisboeta más, en los locales que ellos frecuentan antes de ir a trabajar, es una buena manera de comenzar la jornada. En la Rúa Aúrea, cerca del Elevador de Santa Justa, se encuentra el café Casa Chineza, con tanta solera como el Nicola (Plaza de Rossio) o la Confeitaria Nacional (Plaza de Figueria), ya que se fundó en 1866, pero en la que no es común encontrar turistas. Desayunar de pie, con un buen galao (café con leche) y un pastelito (dulce o salado) te puede salir por 2 euros (la variedad de productos para elegir es enorme)
Ya que estás cerca de este pintoresco atractivo turístico de la ciudad (Elevador de Santa Justa), y además con la barriga llena, puedes aprovechar para subir a Chiado sin esperar mucho. Generalmente hay cola para el ascensor y puedes estar hasta media hora para un recorrido que no creo que llegue al minuto de duración.
El paseo hasta la Plaza Luis de Camoes y la calle Garret es mucho más tranquilo en las mañanas y la diferencia es tal, que si vas a las 7 de la tarde, por ejemplo, te parecerá como si hubieras llegado a un barrio totalmente diferente. En las mañanas también será más sencillo fotografiar a Fernando Pessoa en A Brasileira y tomarte algo en este café que es todo un clásico en la ciudad.
Y no te puedes ir de Lisboa sin haber probado la Ginjinha, un típico licor de guindas o cerezas. Muy cerca de la plaza de Rossio hay una minúscula taberna (A Ginjinha), casi escondida, donde puedes pedir un chupito, por 1,35 €. A los turistas nos lo sirven en vaso de vidrio, pero a los asiduos se los sirven en vaso plástico (y me atrevería a apostar, que también pagan menos.